El Pato y el Alacrán en la Muralla

Beijing. La Capital del país más poblado del planeta.
Acá se concentra la energía filosófica y las raíces de una nación que sola podría poblar otros mundos.

Cómo gobernar a 1200 millones de Mexicanos? Imposible, nos mataríamos antes. De Colombianos? Nah! Sería la rumba más grande del universo. De Franceses? Huelga mundial.
Para que haya la posibilidad de juntar a esta gente en un sólo país tenía que ser con Chinos.

De nuevo, el concepto de inicio parece negativo.
Los Chinos no pueden votar, nunca lo han hecho. No pueden opinar. Los derechos humanos están acotados. Los castigos a infracciones son desmedidos. Al que se agrupe para quejarse u oponerse se va a la carcel o es ejecutado.
Si, suena mal. Sobre todo desde lejos.

En vivo y a todo color tiene matices importantes. Especialmente en cuanto a la actitud y dinámica de estos amigos.
Han visto estos pequeños robots que se mueven solos y que sólo cambian de dirección cuando chocan con algo? Pues así es el movimiento aquí, a pié, en bicicleta o en carro, todos van a la suya. Chocan o pitan contra todo. Todo el tiempo.
Yo como buen Mexicano, cada vez que alguién me pega en la calle o me tira el carro encima me ardo, le planto cara y hasta le digo de groserías. Igual que la mayoría de ustedes.
La gran diferencia viene ahí, ellos no. Simplemente las dos partes siguen su camino. Hay un nivel total de tolerancia sorprendente.
Tanta, que yo le llamaría sumisión. Y bien entendida, es una virtud que los hace usar sus energías en lo que importa, no en pelear con el vecino.
Y eso, un poco, nos hace falta en América Latina.
Acá las decisiones sólo las toman los que saben y los últimos cuarenta años lo han hecho muy bien en muchos sectores.
Obviamente no en todos, pero esto es un mounstro económico, con seguridad en las calles y con futuro para los niños. Nada mal.
Ojala cuando menos cuidaran a la madre tierra.

Pato Pekin Jinbao, Muralla China en Mutianyu y Wangfujing

Aterricé en Beijing y subí a un taxi que me dejó en una avenida y me señalo una calle. Luego con mímica me dijo «camina» por ahí. Yo insistí que me dejara en la puerta del hostal y no aceptó.
Sin oportunidad a discutir, bajé y me planteé frente a la callecita.
Francamente era muy similar al Bronx Bogotano o a un callejón en Tepito. Shit.
Doblemente asustado tuve que sacar el mapa donde tenía guardada la dirección exacta; en el ipad. Y a caminar.
Pues me metí en las entrañas de un Hutong; que es un barrio tradicional Chino. Es una calle muy angosta donde ahora hay asfalto pero hace cientos de años que están las mismas casas antiguas y así vive la gente.
Cada una o dos cuadras hay baños públicos porque ellos no los tienen en sus casas y en la calle la gente se reúne a convivir. Huele mal, es sucio, es muy feo pero tiene vida.
El hostal es una casa tradicional restaurada. Tiene 600 años de haber sido construida y es francamente extraordinario. Por algo el mejor ranqueado de la ciudad.
Llegando le hablé a mi amigo Uruguayo de Kyoto y estaba saliendo a cenar con su prima y una amiga.

Pato Pekin en Jinbao
Todo el mundo habla del Pato Pekin y me tocó vivirlo con toda clase.
Jinbao es una zona de hoteles de lujo con un centro comercial de tiendas de lujo y ahí esta este restaurant que lleva el mismo nombre y que tiene la especialidad de la ciudad.
Ahí el chef prepara a un lado de tu mesa el patito rostizado y caramelizado cortándolo finamente. Luego trae unas crepas/tortillas de harina para mostrar como hacer esta especie de taquitos de pato mezclados con algunas salsas y legumbres diferentes.
El sabor es muy bueno y hasta la piel, muy grasosa, se come después de mezclarla con azucar (¿!) Perfecto para compensar la dieta de backpackero fakir que traigo.

Esa noche después del pato, continuamos a otro Hutong, uno digamos más comercial donde hay tiendas de todo tipo, bares y hasta McDonalds. Bien comercial pues. Ahí terminamos tomando unos drinks en un bar que me recordó a los 80’s y no fué por la música sino porque acá se puede fumar en los antros y ese olor en mi camisa al salir es igual al que me dejaba Taizz cuando iba a la universidad. Guacala.

La Muralla China – Mutianyu
Aproveché que María Laura (Wawa) y Sahra se habían organizado un viaje a una de las secciones menos turísticas de la muralla para medio invitarme y aprovechar el viaje y la compañía.
Pues a las 7 de la mañana estábamos en camino al norte a una de las secciones renovadas de esta pared gigante con fortificaciones que se extiende por más de 8,800 kms. Para que se den una idea, eso es como ir del DF a Nueva York y de regreso.

La desmañanada esta bien porque llegamos con muy poca gente y subimos al teleférico que te deja directo en la muralla. Ahí no queda más que caminar, subir y bajar. No es demasiado animado pero es una experiencia caminar por una de las 7 maravillas en un día lleno de niebla. Después de mucho caminar y subir llegamos a otro teleférico que daba la opción de regresar a la base.
La diferencia es que en la sección por la que subimos había un regreso mucho más divertido! Un tobogán de acero tipo bobsled. Así que dejé a mis jóvenes acompañantes regresar tranquilamente y yo, bajando, probé que la condición física no me ha dejado y regresé corriendo 8 estaciones para bajar por el tobogán.
Lo único malo fue que a mitad de montaña alcancé a una pareja de Pakistaníes que bajaban con sus bebes en las piernas, obviamente muy lento.
Igual no estuvo mal.
Ya para aflojar piernas tuve oportunidad de jugar ping-pong con el chofer que nos llevó quién insistía que era ex-profesional.
Muy probablemente lo fué.

De regreso a Beijing seguimos caminando en la zona comercial paralela a la Ciudad Prohibida y Wawa, que ya había pasado por ahí, nos llevó a almorzar.

Wangfujing – Pasaje de comida
Imaginen. Puerta china, pasaje de comida tipo tianguis. Feria.
Puestos de alimentos, marchantes gritones, piso sucio.
Locales comiendo mientras caminan, hablando y sonriendo.
Exactamente igual que un mercado en Tepoztlán o en La Candelaria.
Todo, salvo el menu…
Escorpiones vivos, serpientes, estrellas de mar, pajaritos bebé, hipocampos, cucarachas, medusas. Todo ensartado en un palito de madera listo para ser freído y degustado con placer.

Estoy seguro que de haber venido a este lugar hace 15 años, hubiera probado un par de estos manjares. Estoy viejo y las enfermedades estomacales en hostal de baño compartido no son simpáticas.
La lluvia nos sacó casi tan rápido como intentaban correr los pobres empalados alacranes y nos llevó a un centro comercial a comer comida Koreana.

Tal vez sea la comida la que hace a los Chinos ser tolerantes. Yo, me quedo con unos tacos picosos y unas arepas con quesillo. Aunque luego me ponga bravo.

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2 Respuestas a “El Pato y el Alacrán en la Muralla

  1. Bueno compadre ahora si parece que hemos llegado al día actual de tus narraciones. De verdad, un millón de gracias por las increíbles fotos y definitivamente, por los excelentes relatos. Debe ser sensacional estar parado sobre la muralla. Y no sabía que jugabas Ping Ping o te hubiera retado alguna vez. Te mando un abrazo,
    John

  2. Que paso Pachueco? Se nos acabo el ánimo? Nos dejaste iniciados con esas pequeñas pero grandes historias.
    Con todos aquellos que hablo y que tenemos el placer de seguirte, coincidimos en que ya somos parte de esta historia y de esta gran aventura. No la estamos gozando como si te estuviéramos acompañando.
    Un abrazo compadre

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