- Los Lucas
- Oaxaca
- La socia y yo saliendo de junta
- Los volcanes cuidando la carretera
Decidí dejar la vida de los últimos 13 años y comenzar de nuevo.
Este reinicio es esencialmente un viaje a lo desconocido entonces pensar además hacer literalmente un viaje para festejar este cambio suena ideal.
Entonces parto a dar una vuelta al mundo, de este a oeste.
Mi primer escala en el sentido estricto era Japón, eso dice el boleto de la aerolínea y parecería normal salir de casa para hacerlo.
La cuestión esta vez es que después de 5 años fuera de Mexico, este dejó de ser mi casa y Colombia me adoptó.
Entonces, con todos los honores, todas las fiestas de despedida que siempre hubiera querido y con todas las aventuras que necesitaba dejé Bogotá muy temprano en Mayo, según pensaba en ese momento, para hacer una escala de aprovisionamiento en mi país para luego volar.
Este paso, escala o trámite de México se volvió una aventura magnifica. El verdadero inicio del viaje.
Un redescubrimiento de mi ciudad, que ha mejorado sensiblemente desde mi partida y en la que un emprendedor que decide dejar las numerosas filas de «Godinez» encorbatados y con sobrepeso, encuentra oportunidades inmediatas y a otros de su especie rondando sonrientes, haciendo negocios colaborativos, impactando positivamente este mundo sin horario fijo y divirtiendose en esta menos caótica, felizmente bicicletera y soleada ciudad.
Mi ágil y cómoda llegada estuvo guiada por mi amiga de otras vidas Paulina, quién reapareció oportuna una tarde lluviosa y triste en Bogotá cuando más la necesitaba y ahora me hospedó en su casa junto a sus roomies y socios indecentes; Nadir y Fabian.
No hay como sentirse en casa y que tus anfitriones te reciban diario con una sonrisa. Y además mejor es poder vivir en el pueblo de Coyoacán donde se camina tranquilo, se corre en las mañanas en el bosque y se puede uno tomar el espacio para pensar y reflexionar sobre la vida.
La vida cotidiana de este mes, sorpresivamente, como en cualquier viaje fue acompañada por alguien nuevo. Kristina; socia en mi nuevo negocio, quién me mostró la nueva versión de la ciudad, me enamoró del mundo del mezcal y además me llevó a la fuente de nuestra inspiración de negocio. Oaxaca.
Para el que lee esto y no conoce México, Oaxaca es un estado (Departamento) hacia la costa sur del país que tiene como capital y ciudad más importante a la ciudad de Oaxaca de Juarez, patrimonio de la humanidad y sin duda la más bonita de las ciudades coloniales. (Según yo!)
Este redescubrimiento no se quedó solo en la capital del estado sino también nos llevó aún más al sur, a la zona de Miahuatlán, en busca de Agave.
Y buscando esta planta mágica nos encontramos a 40 grados con una familia, Los Lucas quienes por generaciones y a salvo de intentos fallidos de cruzar la frontera norte, siguen sembrando y destilando para producir Mezcal.
Oaxaca es una gran sorpresa. Bien cuidada, limpia, culta, renovada y segura. Ciudad en donde se están reuniendo y trabajan cada vez más emprendedores y modernos pensadores.
Se puede caminar a cualquier hora en busca de un taco de chapulines, tomar café del bueno en Brújula inspirado por Benito Juarez o hasta por Darth Vader y se pueden tener reuniones serias de negocios en camisa de lino y sandalias. Obvio, al final de cualquiera de estas actividades se puede bailar en Central.
México por un mes ha sido perfecto para enamorarse de nuevo de la vida acá, hacer grandes planes para el futuro con nuevos y viejos amigos. Estar de nuevo cerca de una familia feliz y amorosa que además crece; todo confabulando para regresar tal vez más pronto porque dejarlo esta siendo más difícil de lo esperado.
Pero mi destino esta tatuado en mi y sin duda me pide dar la vuelta al mundo y a mitad del pacífico muy cerca del mar de Behring escribo estas letras dejando atras ese gran destino que fué mi querido México.
El próximo capitulo vendrá con la ciudad en la que hoy en la noche dormiré a pesar del jetlag.
Tokio.
Hasta pronto.
Gabriel, cuando pases por Chile, avísame! Besos y disfruta mucho de tu aventura